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Hoy hace 10 años que un terremoto de magnitud 7 azotó la capital de Haití, Puerto Príncipe, además de otras localidades cercanas. Fue una de las tragedias ambientales que reveló el desastre y la tragedia, se registraron un total de 316.000 personas fallecidas.
Aterrizar en República Dominicana fue el primer paso para ir viendo un atisbo de lo que iba a ser la catástrofe. Desde ahí, se podía observar la mitad de la isla destruida. Nos pusimos rumbo a Haití en un 4×4 y allí, la frontera estaba tan inundada que pasar la frontera ya suponía un reto. Era increíble cómo los locales normalizaban una situación que a primera vista impresionaba, sobretodo teniendo en cuenta que el tendido eléctrico con el agua no se llevan bien.
Cuando conseguimos atravesar la frontera había pasado un año desde el terremoto. Las ayudas de los centros como el de la localidad de Fond Parisien o el orfanato de Marjorie, donde muchos niños habían perdido a sus padres, habían empezado a colaborar con algunos centros para empezar a reconstruir un país roto. Aún así, hacía falta mucho más y los propios haitianos se cuestionaban a dónde iba destinado el dinero de las ayudas internacionales. Faltaban hospitales y también hogares, por eso, un conjunto de médicos cubanos transformaron una casa alquilada en un centro médico.
Algunos de los testimonios que más me impresionaron fue el de un niño que aún no alcanzaba las dos cifras. El chico había nacido con una discapacidad en los brazos además de una amputación de la pierna tras el terremoto. Pero eso no era lo que impactaba, lo que realmente sorprendía es que no hubiera perdido movilidad ni agilidad en su día a día. El pequeño no tenía complejos ni problemas.
En realidad, él era un reflejo de lo que había pasado. Había muchos casos en los que los afectados habían perdido algún miembro de su cuerpo, por eso mismo, se empezaron a desarrollar programas para crear prótesis. Además, de ayudas que iban destinadas a comida, ropa y agua potable, es decir, a cubrir las necesidades básicas. Eso sí, insuficientes.
A continuación, he seleccionado algunas de las fotos que realicé en este viaje como voluntario en Infancia Sin Fronteras:
En octubre de 2015, participé en el tercer PhotoWalk organizado por PHotoEspaña y el Cabildo de Lanzarote, una experiencia fotográfica única guiada por el reconocido fotógrafo Carlos Spottorno. Durante tres intensas jornadas, exploramos la isla con el objetivo de capturar su esencia en blanco y negro, destacando el contraste entre la roca volcánica y la arquitectura blanca característica de Lanzarote.
El taller nos desafió a trabajar en parejas para ilustrar conceptos opuestos, fomentando la creatividad y la colaboración entre los participantes. Al finalizar, compartimos y editamos nuestras imágenes para crear una narrativa visual coherente que representara nuestra visión colectiva de la isla.
El resultado de esta experiencia fue un photobook colaborativo, lleno de momentos memorables y aprendizajes compartidos. Puedes ver el libro completo en el siguiente enlace: